Por María Campano
En 1999, recién llegada a Buenos Aires para ir a la Universidad, fui a mi primera marcha masiva, una inmersión en la energía de la ciudad, entre cantos, comida callejera y debates apasionados sobre la educación pública. Esa tarde, la Plaza de Mayo se convirtió en un aula abierta, donde miles nos cuestionamos y reflexionamos colectivamente. Fue una de las experiencias más impactantes de mi vida.
Desde entonces, he participado en diversas movilizaciones, incluyendo las del 8M, y en cada una me sorprendió la capacidad de las personas para unirse, dialogar y colaborar con sus experiencias y recorridos en la construcción de un presente y un futuro más amable para vivir. Transformar una demanda social y traducirla en encuentros, talleres, conversaciones y aprendizajes es una experiencia conmovedora que deja huella en quienes participan, en los equipos y organizaciones que lo impulsan y en la sociedad en general.
¿Cómo se conectan las experiencias individuales de las personas con la trama social y colectiva? La realidad es que son inseparables. Lo que podemos lograr como personas está directamente relacionado con lo que construimos como sociedad. En este sentido, el ámbito laboral es un espacio clave. Y en este 8M ¿podemos imaginar entornos de trabajo más diversos, equitativos y libres de discriminación? ¿Qué estrategias es posible implementar para que la igualdad sea un objetivo compartido?
Los espacios laborales son escenarios de posibilidad, de crecimiento, de acuerdo, de transformación para las personas y para la sociedad. Con la escucha abierta y la atención en la conversación social, las organizaciones pueden reconocer y empatizar con las problemáticas y necesidades de una sociedad dinámica. Y, en un mismo movimiento, tienen la oportunidad de impactar en lo individual y en lo colectivo.
Las mujeres y diversidades tenemos un ejercicio sólido y anclado en la experiencia promoviendo estos procesos. Reconocemos y problematizamos diversas dimensiones de la desigualdad en la vida, la pareja, el trabajo, la familia, el estudio, la participación y mucho más. Compartimos y ponemos en común estas visiones, nos organizamos para trazar un camino distinto. A cada paso, corremos la barrera, nos preparamos mejor y tejemos redes fuertes que nos sostienen.
Estas acciones sostenidas durante décadas dieron frutos concretos. Se han logrado cambios legislativos y transformaciones culturales, aunque aún persisten desafíos claros como las brechas salariales, la falta de acceso a puestos de liderazgo y la distribución desigual de las tareas de cuidado. Hoy es fundamental seguir trabajando para eliminar estas barreras.
Las organizaciones tienen un rol fundamental en este proceso: el de impulsar la conversación sobre la igualdad de género y generar estrategias para sostener transformaciones beneficiosas que impactan en sus estructuras, casi como un espejo de lo que esperamos, soñamos y queremos para toda la sociedad.
Razones para hacerlo sobran. No solo es un imperativo ético para que cada persona se desarrolle en libertad, en entornos libres de violencia y discriminación, sino también porque impulsar la igualdad de género genera entornos laborales innovadores y productivos. Los equipos diversos aportan distintas perspectivas que enriquecen la toma de decisiones, generan análisis más situados y profundos, y potencian el desarrollo de soluciones creativas.
En un mundo donde las organizaciones establecen vínculos virtuosos con los lugares y personas con las que se conectan, la igualdad de género también es una cuestión de reputación y sostenibilidad. Las organizaciones que implementan políticas inclusivas no solo cumplen con su responsabilidad social, también fortalecen el compromiso de quienes trabajan en ellas y las personas que eligen lo que ofrecen.
Cada 8M es una oportunidad para reflexionar sobre la igualdad de género como un compromiso colectivo. Las movilizaciones, los debates y la organización social son motores de cambio, pero también es necesario que las organizaciones se sumen a hacer estas transformaciones sostenibles. La igualdad de género no es solo una demanda, es también un compromiso a materializarse en todos los espacios que transitamos. Transformar el presente es una tarea compartida, y el mundo del trabajo tiene un papel clave en la construcción de un futuro más justo para todas las personas.
María Campano
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Comunicación Estratégica por la Universidad Nacional de Rosario. En su recorrido profesional, se desempeñó como comunicadora tanto en el ámbito privado como el público, en proyectos vinculados a la ampliación de derechos en temas como ambiente, salud, educación y género. Coordinó el proyecto editorial del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación entre 2020 y 2024, fue editora de la revista de ciencia para niñas “Intrépidas” y trabajó como especialista en el desarrollo de contenidos y materiales educativos para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) y la Asociación Civil Chicos.net en proyectos para Ceibal, Disney y Google.