*por Carolina Atencio

Hablar de maternidad desde una perspectiva de género y diversidad implica, en principio, hacerlo en plural: hay tantas historias de maternidad como personas que maternan. Sin embargo, ¿qué nos enseñó la cultura sobre ser madres? ¿Cuál es el modelo de maternidad que aprendimos socialmente?

Responder a estas preguntas requiere pensar en cómo y bajo qué influencias las personas construimos nuestra identidad, nuestra manera de vincularnos y, también, nuestros deseos. Los mandatos, los estereotipos que pesan sobre nuestros hombros, lo que la sociedad espera de cada persona según su género, imprime roles “pre-fabricados” que se convierten en la medida de todas las cosas, la línea de base sobre la que juzgamos conductas ajenas y propias.

En el caso particular de las mujeres hay un rol especial, una característica estereotipada que tiene que ver con la reproducción y con la idea de que “estamos completas solo si”… obtenemos el título de madres. Y ese título, para el imaginario social, se obtiene de una única manera: a través de una pareja estable, heterosexual y después de un embarazo deseado e idealizado que despierta en nosotras un “instinto” que nos vuelve expertas cuidadoras, para el resto de la vida.

Esta mirada sobre las maternidades obtura una multiplicidad de aspectos que podríamos resumir en tres. En primer lugar, da por sentado o invisibiliza el deseo de maternar y su contracara, el deseo de no hacerlo. Ese deseo, muchas veces claro, otras no tanto, otras cambiante, no siempre se respeta y no siempre encuentra cauce para su realización por motivos de diversa índole. Y ahí es cuando nos alejamos de la norma, de lo esperado, del “deber ser” y el castigo social deviene inevitable.

En segundo lugar, una mirada unívoca sobre el proceso de maternar nos hace perder de vista que no todas las experiencias de maternidad son iguales. Si nos miramos, si observamos las vidas de quienes nos rodean, podemos ver con claridad que hay tantas maneras de maternar como configuraciones familiares existen pero que, sin embargo, no tienen ni la visibilidad ni el reconocimiento que el modelo hegemónico de maternidad tiene. Además, que muchas de estas configuraciones no tienen el resguardo de políticas, licencias y beneficios para ser llevadas adelante. Familias diversas, adopciones y otras múltiples formas aparecen rompiendo el molde y buscando hacerse un lugar en el sistema de leyes, políticas públicas, regulaciones empresariales y opinión pública para ser vividas en libertad e igualdad de oportunidades y derechos.

Un tercer aspecto nos convoca a reflexionar sobre el tema. Una trampa del mandato que necesitamos corregir con urgencia: asistimos a un sistema que nos exige trabajar como si no estuviéramos criando y criar como si no trabajásemos. Los indicadores de participación femenina en el mercado laboral nos muestran con mucha elocuencia que estamos rezagadas. La tasa de actividad de los varones en Argentina es del 71% mientras que la de las mujeres apenas llega al 51% y estamos más representadas en el desempleo (mujeres 7.8% varones 5.9%). Cuando analizamos los datos disponibles sobre uso del tiempo y participación laboral con hijes a cargo, el escenario se muestra verdaderamente complejo. 

Las mujeres destinamos 6 hs diarias a satisfacer las necesidades de cuidado al interior de los hogares mientras que los varones solo 3. Estamos haciendo dobles jornadas laborales y solo recibimos remuneración por una. Además, nuestra participación en el mercado laboral desciende dramáticamente cuando tenemos hijxs a cargo y la de los varones, por el contrario, aumenta cuando hay mayor presencia de niñxs en el hogar. Así y todo, corremos una carrera hacia la perfección bajo el estricto escrutinio de una sociedad que nos acusa de “mala” madre si descuidamos (¿qué significa descuidar?) a nuestros hijes o de “fracasadas” si hacemos todo lo contrario. Se espera de nosotras que seamos supermujeres pero nunca, nunca, va a alcanzar.

¿Qué podemos hacer frente a este escenario? Mucho, desde cada lugar que ocupamos. En principio, es clave hablar y poner luz sobre estos temas. También es fundamental revisar el sistema: el conjunto de normas, políticas y regulaciones para promover espacios laborales receptivos de la diversidad y que den respuestas eficientes y flexibles. 

Y, sobre todo, escuchar a las mujeres que maternan, las que no, las que quieren hacerlo en el futuro, y a partir de esa escucha diseñar ese conjunto de normas internas para que se adapten a la realidad de esas mujeres que son parte de tu espacio laboral.

Avanzar en igualdad requiere necesariamente revisarnos. Te invitamos a hacerlo junto a nosotres. Si quieres saber cómo, escribinos a info@nodosconsultora.com

*Consultora de Nodos Consultora

 

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