Por Carolina Atencio*

Llegó marzo y una vez más, sobre la mesa, se presenta la oportunidad de hacer foco en la agenda de género. El 8M convoca a todos los sectores a reflexionar, a repensarse y a promover transformaciones que aseguren mayores estándares de igualdad en todos los ámbitos.

Más allá de los análisis que podamos hacer acerca de que estos temas debieran llamar la atención todo el año, cabe hoy preguntarse ¿por qué nos importa el 8M? ¿Qué tiene que ver con nosotras/os mismas/os, con lo que nos rodea, con la gente que queremos y compartimos la vida y con el lugar donde trabajamos?. Para responder estas y otras preguntas que surgen alrededor de esta fecha, necesitamos analizar algunos aspectos de la realidad en la que vivimos.

Nos encontramos transitando un clima de época muy particular, en el que el discurso público y las decisiones que se toman desde los más altos niveles están poniendo en riesgo muchos de los avances que fuimos alcanzando en materia de igualdad de género en las últimas décadas.

Las desigualdades y violencias que afectan a miles de mujeres y niñas todos los días en Argentina y en el mundo están siendo objeto de una brutal campaña de descrédito. Esto significa que, aún con la evidencia frente a nuestros ojos, hay quienes niegan su existencia y, por ende, la necesidad de priorizar de manera urgente su tratamiento.

Los últimos indicadores disponibles arrojan que las mujeres estamos muy rezagadas en el mercado laboral, invisibilizadas en nuestro rol de cuidadoras casi exclusivas y sometidas a una multiplicidad de violencias que todos los días nos alejan de la posibilidad de llevar adelante un proyecto de vida libre y digno.

Hoy, en Argentina, la tasa de participación de las mujeres en el trabajo es de 20 puntos porcentuales menor que la de los varones. El desempleo femenino se ubica 2 puntos más arriba que el promedio y persiste una brecha salarial del orden del 27%. Según una encuesta realizada por el ex Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación junto a ONU Mujeres en el marco de la iniciativa Spotlight, 1 de cada 3 mujeres atravesó una situación de violencia de género. Además, vemos con horror que persisten tasas de femicidio muy altas en todo el país.

Esta realidad, que se completa con una multiplicidad de indicadores que no incluimos por honor a la brevedad y porque creemos haber marcado el punto de manera extendida, nos brinda elementos suficientes para redoblar los esfuerzos y profundizar todo el trabajo que desde el Estado, en todos sus niveles, organizaciones y empresas se hace todos los días para garantizar los derechos de las mujeres, en todos los ámbitos.

Con mucha satisfacción (y un poco de alivio) vemos que las empresas y organizaciones siguen comprometidas y, cada vez más, incluyen entre sus prioridades de gestión el objetivo de igualdad entre los géneros. Con iniciativas de formación, sensibilización, prevención y abordaje de las violencias y programas para garantizar la presencia de mujeres en sectores de la economía históricamente masculinizados, avanzan en estrategias que nos permiten ilusionarnos con un futuro más justo.  

Sin embargo, sabemos que queda mucho camino por andar y que el contexto actual pone en jaque las voluntades de avance. Por eso, este 8M, más que nunca, frente a todo intento de desprestigiar nuestras agendas, sigamos promoviendo acciones que garanticen la igualdad de oportunidades y la posibilidad irrestricta de que todas, todes y todos podamos llevar adelante proyectos de vida libres de toda forma de violencia y discriminación.

*Consultora para Nodos Consultora

Send this to a friend