Por Arturo Mercado Gurrola*

Incomodidad, eso es lo que debería de dejarnos el 8M, junto con muchas preguntas que urge responder.

Por qué deben las mujeres aceptar esa idea de una vida a medias, en vez de contribuir plenamente al destino de la humanidad” es una frase que dice Betty Friedan, una de las madres del feminismo estadounidense en su libro “La mística de la Feminidad” (1963) y que aparece en Mrs. América, una serie que recomiendo ver en este mes internacional de las mujeres para entender lo que ellas nos vienen gritando hace muchos siglos.

Otra frase, de Raewyn Connell (1997) dice: “los hombres somos los guardianes de la puerta hacia la igualdad de género, y la pregunta es si estamos dispuestos a abrirla para dar los pasos que faltan hacia la equidad”.

Estas dos potentes frases deberían incomodarnos mucho a los varones. La primera porque las mujeres vienen hace siglos, pero sobre todo en las últimas décadas, trabajando, preparándose, diciendo y gritando que quieren igualdad de derechos, pero sobre todo oportunidades para alcanzar esos derechos. Vienen tumbando puertas, paredes y murallas buscando cumplir metas y deseos, sin embargo para muchas de ellas se quedan sólo en sueños.

La segunda, debería ser más incomoda, porque a pesar de todo lo que venimos escuchando, no nos damos cuenta de qué también somos responsables. Es abrir a preguntarnos la multiplicidad de alternativas que tenemos los varones para incidir, desde nuestros privilegios históricos, en la compleja y enmarañada estructura social llamada patriarcado que nos afecta a todas, todos y todes. ¿Es posible pensar que los varones podemos transformar las relaciones de poder (que subalternizan a las mujeres y diversidades) cuestionando todo lo que tenga que ser cuestionado aún si eso implica romper con los pactos de complicidad y silencio que nos atraviesan?

El sistema patriarcal es una telaraña que de tan fina y tan resistente nos atrapa, nos enceguece y nos hace creer que los prejuicios son verdades científicas (el cerebro femenino, la debilidad femenina, la emocionalidad femenina), y que el acoso y la violencia es algo que ejercemos porque así nos dijeron y aprendimos que podíamos hacerlo, aun cuando no seamos del todo conscientes de esta prerrogativa.

¿Y dónde está mi rol como varón? De eso no hablamos, porque es mejor pensar que no es mi culpa, ni mi responsabilidad, sino que hay algo más grande. Y entonces, mágicamente, deja de importarnos: porque no soy yo, son los otros. Es en otro lugar donde sucede, no en mi casa, ni en mi equipo, ni en mi empresa: “Eso pasa en otros lugares más tradicionales y machistas”.

Cada vez que damos una charla desde Nodos, sobre cualquier tema, seguimos escuchando frases del estilo: “nadie habla sobre las muertes de hombres perpetradas por mujeres”, cuando sabemos que quienes mayoritariamente matan a varones son otro varones, y que la violencia doméstica es, sobre todo, de varones hacia mujeres; “hablamos de machismo pero no se misandria”, cuando la cultura está armada para que la desventaja y el prejuicio negativo este sobre lo no-masculino, es decir mujeres y disidencias, y por lo tanto lo odiado sea eso que no es el hombre; “pero los varones también somos víctimas del patriarcado”, cuando las cifras de personas en puestos de poder, las personas más ricas, quienes acceden más a trabajo, quienes no cuidan ni se quedan en casa, quienes se quedan con las ganancias de lo generado por las mujeres y los varones son principalmente ellos, y quienes más sufren violencia y mueren por cuestiones de género son las mujeres, no los varones; “pero ellas están más preparadas para cuidar”, y obviamente porque así como no anotamos en nuestra agenda “aprender a limpiar” en lugar de “ir a jugar futbol con los amigos”, entonces sí, ellas obligadamente debieron aprender a cuidar, limpiar y hacerse cargo de lo que no deja plusvalía.

Entonces, ¿qué pasaría si dejamos de hacernos los tontos, y como dice, Azpiazu Carballo, comenzamos a “cuestionar nuestros movimientos desde una perspectiva feminista que nos haga temblar como hombres para generar espacios incómodos pero productivos y así asumir medidas de cambio con un mínimo de profundidad”? Quizás podremos ver qué es lo que nos interpela este y todos los 8 de marzo: dar uno, o cien, o mil pasos para que esta realidad desigual cambie, para no volver a validar como broma una situación de acoso o violencia, donde cuestionemos los muchos estereotipos que ponen a las mujeres como objetos.

¿Y si, como dice Luciano Fabbri, le hacemos lugar a la posibilidad histórica de ser contemporáneos de la revolución feminista? Estas luchas, en este momento histórico, nos dan la oportunidad de identificar los mandatos y maltratos del patriarcado para poder ser más justos, más libres, más igualitarios y construir otra realidad, libre de violencias. 

*Director Ejecutivo, Nodos Consultora

 

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